La música y laliteratura tienen mucho en común. Hemingway se enamoró de Cuba, pasó muchos buenos ratos en el Floridita, en la Bodeguita del Medio y en tantos lugares donde no faltan músicos, como nosotros. Para ellos, también este homenaje
El escritor e inolvidable autor de El Viejo y el Mar o Por quién doblan las campanas también fue uno de los enamorados de nuestra bella isla, especialmente su capital. Él le dijo a su amigo Earl Wilson en 1952 «siempre tuve buena suerte escribiendo en Cuba». Y mucho escribió en aquella habitación del 5º. piso del Hotel Ambos Mundos, un nombre muy elocuente para un lugar que sirvió de hogar a uno de los escritores norteamericanos más representantivos. Cerca del Floridita, naturalmente, un lugar donde siempre hay músicos que actúan en director y que atraen a todo el que ama la buena música. Ese bar famoso por los daiquiris que Hemingway popularizó en todo el mundo, especialmente en su vertiente Papa’s como él los llamaba. El Hotel estaba situado cerca de la antigua Catedral, en plena Habana Vieja, desde donde divisaba el mar, y veía los tejados de las casas que llegaban hasta el puerto; desde luego, era un buen lugar para inspirarse y escribir.
Y como la literatura y la música alimentan nuestro espíritu, queremos homenajear a este universal escritor que amó nuestra cultura, en esta nueva entrada en nuestro blog. De su corpulenta figura, quedan varias estatuas como homenaje, una de ellas en bronce en el propio Floridita que recuerda los buenos momentos en aquel bar donde nunca falta un trío o un cuarteto que deleite a los visitantes. El escritor conoció muy bien nuestra ciudad capital cuyas calles recorría feliz con su Plymouth, y de las que ha dejado testimonio en algunas de sus obras como Islas en el Golfo o El Viejo y el mar. Fue un enamorado de la tierra y del agua que baña nuestra isla, que navegaba con su barco Pilar. A Hemingway se atribuye el inicio de la competición por la captura de la aguja en 1950, que aún hoy se siguen haciendo.
La primera vez que visitó la Habana fue en abril de 1928 y vivió nada menos que 22 años en ella. Era habitual también encontrar al escritor en La Bodeguita del Medio, donde cambiaba de bebida y junto a los platos habituales, masas de cerdo fritas, malanga y frijoles negros, o ropa vieja con moros y cristianos, optaba por el mojito. Solía decir que el daiquiri «in Floridita» y el mojito «in La Bodeguita».
Más adelante, en la década de los 40, vivió en la Finca Vigía, en San Francisco de Paula, donde hoy se conserva el Museo Hemingway. Allí se conservan muchos objetos personales y libros. Fue un hombre que entabló amistad con todo el que le rodeaba. Fue, sin duda, un hombre abierto y universal, al que también le gustó España y pasó muy buenos momentos en un lugar y en otro.